CAAL 2009 Pozuzo
Siebtes Treffen der deutschsprachigen Gemeinschaften
Lateinamerikas
Sétimo encuentro de las comunidades de habla alemana
de América Latina
Las mujeres alemanas,
pioneras de la Colonización del Alto Paraná
Los alemanes llegaron a la Argentina progresivamente desde la 3º década
del siglo XIX y si bien la alemana fue una inmigración débil desempeñó un
importante papel económico, pues en general tuvieron un rápido crecimiento
económico (tenían generalmente cierto grado de instrucción), por ejemplo fueron
los primeros en cultivar la vid en Mendoza (Runge fundó la bodega Santa Ana en
esa provincia) y el primer cervecero en la Argentina fue Emilio Bieckert, llegado
desde Alsacia en 1850, otro fue el padre de Otto Krause, amigo de Sarmiento,
Hugo Stroeder fue el impulsor de la colonización agrícola de Santa Fe, Entre
Ríos, Santiago del Estero y La Pampa (Roca decía que la Argentina necesitaba
muchos hombres como este alemán). Entre 1810 y 1860 el 22% de inmigrantes eran
alemanes.
Cabe acotar que las políticas de estado incluían en sus programas una intensa
promoción tendiente a atraer inmigración europea, especialmente el presidente
Sarmiento resaltaba a los alemanes por su capacidad de trabajo y organización
(la Ley 761 de inmigración y colonización de 1876 otorgaba garantías y
facilidades a los Inmigrantes). La C.N. de 1853 decía en su art. 25 «el gobierno
federal fomentará la inmigración europea … Debían llegar con el objeto de labrar
la tierra, mejorar industrias, enseñar ciencias y artes». Las 1º colonizaciones
comienzan bajo la presidencia de Urquiza, y los pres. Mitre, Sarmiento y
Avellaneda fueron quienes mas fomentaron la inmigración.
En el caso de Misiones la fuerte afluencia de alemanes llega a partir de 1918.
Si bien hubo dos corrientes inmigratorias, una oficial y otra privada, la
alemana solo se canalizó a través de la privada y fue llevada a cabo por dos
alemanes: Adolfo Schwelm (fundador de Eldorado) y Carlos Culmey (fundador de
Montecarlo, Puerto Rico, Capioví y Ruiz de Montoya).
El primero atrajo a inmigrantes directamente desde Alemania, el segundo con
sideraba con diferencia de criterios que primero debían llegar los alemanes
brasileños que ya estaban acostumbrados al medio y podían convertirse en
maestros de los colonos llegados de Europa. En contraposición a las ideas de
Culmey, los alemanes se adaptaron perfectamente a pesar de reconocer en sus
memorias que los primeros tiempos fueron muy duros, ellos provenían de
una
nación desarrollada y manejaban técnicas agrícolas avanzadas para la época,
además de poseer energía eléctrica en la mayoría de los casos, aún en zonas
alejadas de las ciudades.
Recordemos la situación histórica en que se produjeron las dos emigraciones
hacia Misiones. En Brasil terminada la primera guerra mundial, los alemanes
fueron objeto de cierta discriminación por la derrota de su país, y Culmey que
había desarrollado en esa zona (Río Grande do Sul) una amplia tarea colonizadora
no tuvo dificultades para traer consigo varios hombres de su confianza para
reconocer la zona y posteriormente trasladarse con las familias dando lugar a la
corriente colonizadora de «Alemanes Brasileños».
En Alemania mientras tanto, la situación era aún mas difícil, una gran
desocupación y una inflación inaudita iban dando forma a la idea de emigrar
hacia América incentivados y seducidos por la propaganda de las mencionadas
compañias que promocionaban tierras fértiles, paisajes maravillosos,
posibilidades infinitas de progreso, prosperidad y todo aquello que un vendedor
suele decir para convencer a su cliente.
Al llegar a destino la realidad fue muy diferente, el pionero Heinrich Weyreuter
en su libro «Ardua fue la Lucha» describe: «lo que nos tocó ahora fue el
infiero, yo no solamente creo sino que sé con certeza que después de estar un
año en la selva todos hubieran huido de regreso a Alemania si hubiesen tenido
los medios. Para existir había que voltear la selva, quien no lo ha vivido no
tiene idea de lo que significa [1]».
Arnoldo Naujorks en su obra Infierno Verde, también hace mención: «tanto verde
era tan bello … y nadie sabía lo que era el infierno verde que nos esperaba
detrás de tan hermoso color» (venían navegando desde Paso de la Patria hasta
Montecarlo con su madre y hnos, con la Cía Culmey desde Río Grande).
El clima les causaba daño, el calor los agobiaba, los insectos, como las moscas,
ponían huevos debajo de la piel transformándose en «uras», las picaduras al
rascarse producían infecciones, llagas ó forúnculos salían en todo el cuerpo,
tábanos, garrapatas y piques completaban el conjunto de pequeños pero molestos
enemigos; o encontrarse con sorpresas como una «araña pollito» dentro de la cama
o en los zapatos, o pieles de víboras o cuando a la noche un ejército de
hormigas «corrección» venían desde el monte, interrumpía el sueño de todos,
entraba a la casa, cubrían los muebles y las camas y arrasaban con todo, eso si
la casa quedaba libre de cucarachas y arañas; remedios no había y médicos menos
aún. Heinrich Weyreuter tiene una anécdota al respecto: «mi madre le tenía
pánico a las víboras y justo a ella tuvo que pasarle que, al sacar leña del
cajón en la cocina, salió una víbora venenosa y bastante grande. A sus gritos
acudimos mi padre y yo, pudimos matar a la víbora con un tiro de escopeta, pero
a mi madre le costó recuperarse del susto» [2].
Es en éste contexto donde la mujer pionera adquiere un fundamental protagonismo,
ya no le basta con ser esposa y madre, se pone a la par de su esposo, las
circunstancias lo exigen, aprende a sufrir en silencio, a callar, a improvisar
frente a lo desconocido, a hablar cuando fuera menester tomar decisiones y todo
ello sin perder ese rasgo maravilloso y tierno que sólo una madre sabe aportar
en el hogar.
Como dice Weyreuter «si no hubiésemos tenido a nuestras mujeres ¿Qué hubiera
sido de nosotros los pobres hombres? Cuantas veces hubo enfermos la pobre madre
pasaba las noches enteras al lado de sus hijos convalecientes, curaba y atendía
al marido lastimado y ella misma se arrastraba porque estaba mal y tenía que
hacer su trabajo. ¿Quién contó las lágrimas derramadas? Ninguna mujer del mundo
se sacrificó tanto como nuestras mujeres, simplemente porque debían hacerlo. La
mayoría sobrevivió y disfruta ahora de una vejez apacible y al recordar tiempos
pasados todo parece irreal y no creen que hayan hecho algo excepcional. La nueva
generación no sabe cuanto le deben a éstas ancianas.» [3]
Weyreuter tiene muy presente la navidad de 1924, no había nieve, ni campanas, ni
arbolitos con las velas encendidas, ni mesas de regalos, apenas hay algo para
comer y ni siquiera hay luz, él se sentía disgustado con sus padres porque se
fueron a dormir, mas tarde se dio cuenta que su madre estaba a su vez
desesperada pero no quería demostrarlo.
Recordemos que los modelos culturales dominantes de la época se reducen al
espacio hogareño y al ejercicio exclusivo de la maternidad y las tareas
domésticas.
En general las familias se trasladaban con la mayoría de sus integrantes,
algunas mujeres viajaban solas para encontrarse con sus prometidos a quienes en
algunas veces apenas conocían como el caso de Elsa Plocher quien partió sola de
su casa de Holzhausen para encontrarse en Montecarlo en 1930 con su futuro
esposo Kart Friedrich Plocher quien había sido vecino en su pueblo, él se le
había adelantado en la búsqueda de ofrecerle un futuro prometedor.
Cuando Elsa llegó al puerto de Montecarlo él fue a recibirla con su carro de
cuatro ruedas cargado con una bolsa de hermosas naranjas de su producción para
mostrarle lo que esta tierra era capaz de ofrecerles, pero fue tal el grado de
emoción por el encuentro que se olvidó por completo de las naranjas.
Ellos se casaron, tuvieron hijos y fueron una de las tantas familias que
debieron adaptarse a un medio absolutamente desconocido, muchas veces hostil y
adoptar a la Argentina como su país aunque la nostalgia a su tierra natal muchas
veces los ahogaba en llanto. Elsa decía: «No hay dolor más fuerte que la
nostalgia a tu patria» [4].
Pero ella cumplió el sueño de volver a su tierra, Juan recuerda ese momento:
«mamá volvió a Alemania después de 22 años, en los meses previos al viaje ella
tenía tanta alegría seguramente imaginándose el reencuentro con sus padres y
hermanos que cuando barría la cocina de golpe caminaba rápido y hasta hablaba en
voz alta, ¡como vivió esos meses antes del viaje!» [5].
Otras pioneras como el caso de María Semle, jamás volvió y en su nostalgia la
recordaba musitando una canción casi siempre a solas limpiando con esmero la
galería o revolviendo con sabia maestría algún dulce casero. O como Rosina
Kaiser quien tan solo deseaba ver una vez más la salida del sol detrás de las
blancas nieves de las montañas del sur de Alemania y pisar la tierra de sus
ancestros pero falleció sin ver cumplido su sueño.
Otro relato que hace mención a éste sentimiento es el de Helga Hager otra de las
pioneras que entrada en años recibe una carta de su prima de Alemania quien le
dice que podría regresar ya que apenas desembarcara podría encontrar vivienda y
trabajo, oferta ésta que era la ilusión de su vida, esa noche Helga y su esposo
no lograron dormir, a la mañana siguiente analizaron la posibilidad del regreso
y prevaleció en ellos el amor hacia lo que les prodigó la patria nueva que los
había acogido tan generosamente. ¡Decididamente nos quedamos aquí! dijo Helga,
ese fue el veredicto final.
Pero aquellas que habían cumplido su sueño, regresaron con la convicción que la
Argentina era ahora su hogar, aquí habían echado raíces y aquí se quedarían.
Además, la Segunda Guerra mundial había dejado su patria en cenizas.
La Patria (Heimat), se expresa de distintas maneras: en imágenes, en colores, en
sonidos, pero sobre todo sentís Heimat, donde tenés familia y amigos.
En cuanto a la vida cotidiana, en la cual se plasma la capacidad de adaptación
que tuvieron al medio, se evidencia en el relato de Matilde Böckmann, quien como
Elsa llegó sola para encontrase con su pretendiente a quien no conocía. Llegó
con la Cía. Schwelm y se presentó ante Karl Pratzke, el la invitó a subir a su
carro, ella quiso un paraguas para protegerse del sol, siendo este su primer
problema ya que el precio que le pidieron doblaba al de Buenos Aires llevándole
casi todos sus ahorros. Escuchó el comentario de un hombre dirigido a Karl, «te
mandaron una muy fina ¿será que vas a aguantar?» [6]¸ esa noche quedaron en un
poblado y al día siguiente llegaron a Montecarlo, Karl detuvo su carro y le dijo
«aquí nos quedaremos unos días y nos casaremos» [7].
Le llevaba 11 años y el llegó de adolescente huyendo de Alemania donde la
desocupación hacía emigrar a muchos jóvenes. Por la mañana él le dijo que la
llevaría a la propiedad que había comprado, fueron a aballo por una picada donde
vieron un tigre, finalmente se detuvieron, «aquí llegamos» le dijo, no había
cabaña ni choza, solo un techado y árboles talados, la joven se sentó en un
tronco caído. El hombre con un hacha cortó ramas y le pidió que hiciera fuego,
acomodaron las cosas para cocinar bajo el techado; le dio un arma para enseñarle
a tirar, la primera vez que tiró Matilde quedó sentada con el culatazo, a la
tercera vez ya pudo sostener el arma y disparar sin perder el equilibrio.
Al rato su marido le dijo «yo debo ir a mi trabajo, llevaré los caballos para
que no atraigan a los tigres, cuidá que los fósforos no se humedezcan, acá cerca
hay mamón y bananos, no creo que llueva pero mejor si juntas un poco de leña.
Voy a venir en unos cinco días, Dios te va a cuidar». [8] Matilde no pudo
articular palabra, esperó que su marido se fuera, se sentó sobre un tronco y se
sacudía en sollozos clamando por su madre, hasta que se dio cuenta que estaba
sola, se levantó rápidamente y puso manos a la obra. La luz del día iba
desapareciendo.
Hoy Matilde agradece a Dios la vida que tuvo y goza de las satisfacciones y
alegrías que ella logró junto a su familia, y recuerda «¿qué podía hacer una
mujer más que atender la casa?» y además acuña una frase memorable «no debemos
asustarnos, somos pioneras» [9]. La apodaron la valiente Matilde.
Otro ejemplo es el de Rosina Kaiser quien llegó a Montecarlo en 1920, atendía
partos en la zona, 8 hijos de una vecina nacieron con ella. Una vez tuvo que
acudir a un llamado a 10 km, llovía torrencialmente y un puente estaba inundado,
igual lo cruzó llegando a tiempo para atender. Nunca negó ayuda a nadie, además
Rosina hacía embutidos y cuando se faenaba ella avisaba a los vecinos para que
llevaran parte de la carne, entre ellos había gente muy pobre y colonos recién
llegados, todos conocían a Rosina por su generosidad. O como la muy recordada
mamá Naujorks, dueña de un hotel y partera de larga experiencia, esta mujer
humilde siempre estaba dispuesta a ayudar, el que podía le pagaba y si era gente
pobre no cobraba. Hasta con temporales o de noche asistía a la parturienta y no
le importaban las distancias. Quienes la conocieron la recuerdan con cariño y
gratitud. Además de estos actos de solidaridad, Clementina Naujorks dirigía un
grupo de teatro que se conformó en 1920, la primer obra se presentó en el hotel
de su propiedad y se llamó «Weihnachten auf dem Ehrenhof» y fueron sus actores
el Sr. Ramisch con su hijo y esposa. Estos actores a los que posteriormente se
les agregaron otros que en años sucesivos continuaron presentando diferentes
obras con marcado éxito y una siempre creciente asistencia de público. En
homenaje a su labor, la municipalidad de Montecarlo nombró una de sus calles
«Clementina Naujorks».
Otras veces vivieron situaciones extremas, que dejan un sabor amargo en la vida
y que también encontramos en la historia de algunas de estas pioneras. Tal es el
caso de Elsa Plocher, su hijo Juan relata el momento: «nuestro hermano menor
Alfredo Rolando de dos años se había levantado de la cama mientras los cuatro
hermanos mayores y mis padres cenábamos, apareció de pronto en la sala, lo que
normalmente no pasaba, se le dijo que regrese a la cama, cuando mamá fue a su
dormitorio lo encontró frío muerto en la cama. Siempre quedó el misterio si
comió unas frutas amarillas venenosas» [10].
Mujeres valientes, generosas, trabajadoras, solidarias, estos relatos simbolizan
a todas, fueron quienes junto a sus hombres forjaron de una nueva identidad a
nuestra joven provincia. Esa abnegación para adaptarse, el aislamiento y la
añoranza las llevaron a generar fuertes lazos afectivos entre sus familias y
entre sus vecinos, y así formaron una nueva comunidad, manteniendo vivas sus
tradiciones, cantando, bailando, recordando, orando a un Dios común sin tomar
conciencia de que estaban sentando las bases de un nueva cultura en la historia
de Misiones en general y del Alto Paraná en particular. Hoy podemos afirmar que
sin su presencia hubiera sido imposible la colonización tal cual la conocemos
porque fueron la espina dorsal para sostener emocionalmente a sus familias.
En una época de crisis económica y social como la que actualmente nos toca
vivir, sería muy positivo que mirásemos hacia el pasado apreciando la labor de
nuestras pioneras y llegaríamos a la conclusión de que ellas supieron abrirse
paso en circunstancias mucho mas difíciles y no por ello se dejaron vencer por
el desánimo, supieron luchar con todas sus fuerzas ante todas las adversidades
que esta tierra tan inhóspita como generosa les iba brindando.
Son un ejemplo a seguir por parte de las nuevas generaciones, que en la mayoría
de los casos no saben ni imaginan cuanto le deben a estas verdaderas «heroínas
de la selva».
Este trabajo cumple con una función reivindicatoria que es resaltar la valiente
acción de estas mujeres a la que quizá la historia oficial postergó, por muchos
años, a un papel secundario. Aún se les debe el merecido reconocimiento por su
importantísimo aporte en la conformación de nuestra historia. No debemos
olvidarnos que no podemos hablar de historia Argentina sin tener en cuenta la
influencia inmigratoria en la conformación social, política y económica del país
a partir de su llegada.
Lic. Ingrid Wiedmann
Argentina
[1] HEINRICH WEYREUTER, «Ardua fue la lucha». Destino de los colonos alemanes en
la selva. Misiones Posadas. Edit. Universitaria UNAM. Año 1992. Pág 29 y 30.
[2] Op. Cit. Pág. 55.
[3] HEINRICH WEYREUTER, «Ardua fue la lucha». Destino de los colonos alemanes en
la selva. Misiones Posadas. Edit. Universitaria UNAM. Año 1992. Pág. 104.
[4] WIEDMANN INGRID. La colonización alemana en Misiones «la mujer pionera».
Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 23.
[5] Op. Cit. Pág. 23.
[6] ARETZ DE ALEMAN, ELSA. La colonización alemana en Misiones «la mujer
pionera». Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 135.
[7] Op. Cit. Pág. 138.
[8] Op. Cit. Pág. 139.
[9] Op. Cit. Pág. 127.
[10] WIEDMANN INGRID. La colonización alemana en Misiones «la mujer pionera».
Misiones Posadas. Edit. Creativa. Año 2003. Pág. 18. . |
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